Socialicemos

domingo, febrero 23, 2014


"La belleza del rostro es frágil, una flor pasajera: la belleza del alma es firme y segura." Molière.

¿Qué es la belleza interior para ti? 


¿Es habilidad de escuchar sin interrupción? ¿Salir a la acción cuando se necesita ayuda? ¿El deseo de relacionarse sin juzgar o bromear para lograr una sonrisa en el momento adecuado?

Mientras que la belleza humana física está más definida por características como la simetría, una complexión suave y proporciones adecuadas, la belleza interior es más difícil de destacar, pues para ello debemos demostrar cualidades espirituales tales como el amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio propio (Gálatas 5:22,23), esa belleza que nos hace sentirnos bien con nosotros mismos y con las personas que nos rodean. Todos la tenemos a la mano, pero muy pocos lo toman en cuenta como el pilar más importante para mejorar nuestra imagen.

La belleza emana de Dios y de su Gloria, pues esa Gloria de Dios es la belleza de su Espíritu. No es una belleza estética o material, sino una belleza que emana de su carácter, de todo lo que Él es. La gloria del hombre es la belleza del espíritu del hombre, la cual es falible y eventualmente pasajera, pero la gloria de Dios, la cual es manifiesta en el conjunto de todos Sus atributos, jamás se desvanece. Es Eterna.

Isaías 43:7 dice que Dios nos creó para su gloria. En contexto con otros versos, puede decirse que el hombre “glorifica” a Dios porque a través del hombre, la gloria de Dios puede ser vista en cosas tales como el amor, la música, el heroísmo, etc. – cosas pertenecientes a Dios que nosotros llevamos en “vasos de barro” (2 Corintios 4:7). Somos los vasos que “contienen” su gloria.
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El deseo de Dios está inmerso en el corazón del hombre, porque este ha sido creado por Dios y para Dios.

De muchas formas, en toda la historia y hasta hoy, el hombre ha expresado su búsqueda de Dios por medio de sus creencias y sus comportamientos religiosos (oraciones, sacrificios, cultos, meditaciones, etc.). A pesar de las ambigüedades que pueden entrañar, estas formas de expresión son tan universales que se puede llamar al hombre un ser religioso, sin embargo, en las condiciones históricas en que se encuentra, el hombre experimenta muchas dificultades para conocer a Dios con la sola luz de su razón. Aun así, este muchas veces se empeña en priorizar el conocimiento de Dios basado sólo en su razonamiento u opinión. De allí, la diversidad de creencias o formas de percibir la existencia divina en la cosmovisión.

Por ejemplo: El humanismo, una corriente del pensamiento filosófico, declara que Dios es la “razón humana”, sin necesidad de revelaciones sobrenaturales y que se puede llegar a conocer con certeza que Dios es la verdad, la bondad, la belleza, la sabiduría y el amor.

Por su parte, la nueva era, aglutina un cúmulo de creencias que al mismo tiempo pretenden todas sustituir a Dios por la autorrealización o afirman que dios está dentro de la persona y es ella quién tiene el poder de transformar sus realidades. Entre estas están (panteísmo, angelología, autoayuda, astrología, adivinación, conocimientos ancestrales, energía, espiritualidad, metafísica, libros sagrados, literatura védica, meditación, salud, religión, yoga, wicca, etc.)

Los grupos de la “nueva era” rara vez se identifican como “de nueva era” pero sus creencias y prácticas ocultas los identifican. Para explicarlo se tomará como ejemplo el Panteísmo: Todo es dios y dios es todo. Todo cuanto existe es dios o diosa. Como todo es dios o diosa la persona es también dios o diosa. Aunque los seguidores de la nueva era algunas veces hablan de Dios en términos personales, la mayoría entiende a Dios como algo impersonal. Se refieren a dios como una fuerza o energía. Cuando todo es dios (impersonal), el Dios personal de la Biblia no puede existir. Con relación a Jesucristo afirman que Jesús no es el único Cristo. Jesús fue uno de varios maestros que obtuvieron el Espíritu de Cristo (Mesías) es decir la autorrealización de la propia deidad.
Todas estas afirmaciones son falsas y por consiguiente están reñidas con La Palabra de Dios, única fuente que habla con autoridad sobre los atributos de DIOS, de la persona de Jesús y del Espíritu Santo de Dios, aún cuando el origen de la Palabra de Dios proceda de la tradición oral, en ninguno de los dos grandes bloques testamentarios (Antiguo y Nuevo Testamento) existen contradicciones acerca de la Deidad de Dios y de su relación con el hombre, por ejemplo.

El Judaísmo, de quien heredamos el conocimiento primario de Dios, basa su fe en la promesa hecha por El Creador al Patriarca Abraham donde le dice que a través de su descendencia vendría alguien por el cual el mundo sería bendecido (salvo). Esa genealogía de Abraham será a través de su hijo con su esposa Sara, Isaac, el cual es padre de Jacob (Israel) y de allí seguirá su curso hasta llegar al Rey David, personaje bíblico e histórico donde La Torah (Biblia Hebrea) y los profetas anclan el cumplimiento de esa promesa, es decir, se dice que un heredero de David (en el tiempo) sería el Mesías. Es a partir de aquí donde los Judíos dicen acerca de Jesús, que es un profeta pero no es el Mesías, por no descender de la simiente de David al no ser hijo legítimo de José, su padre adoptivo, y en cuanto a su genealogía por María, su madre, ellos asumen que ésta por ser pariente de Elizabeth (Madre de Juan El  Bautista) de las hijas de Aarón y esposa de Zacarías, sacerdote de la clase de Abias (Lucas 1:5), hace a María como descendiente de Leví y no de Judá y por ende no deviene del Rey David. En conclusión, aún esperan en el camino.
Por su parte El Islam, con una doctrina muy radical (musulmanes), dicen ser también descendientes del Patriarca Abraham a través de su hijo Ismael con la sierva Egipcia Agar, (Génesis 16), y por consiguiente herederos de la promesa hecha por Dios a Abraham, solo que esta se cumpliría a través de Ismael (primogénito) y no a través de Isaac, como afirman los Judíos (sus enemigos ancestrales). Esta es su interpretación de las escrituras. Sin embargo ellos reconocen a Jesús  como un profeta del Corán (la biblia musulmana), le llaman `Īsā o `Īsā ibn Maryam (‘Jesús, hijo de María’) y es según ellos uno muy querido por Alá (Dios) solo que desconocen su divinidad y está por debajo, de segundo, después de Mahoma su profeta y mesías.
"En cuanto a las iglesias que profesan el Judeo-cristianismo: todas las denominaciones dicen tener la “verdad” y estar en “el camino” por tener a Cristo como el eje central de su fe o de su religión, a grandes rasgos se señalan sus diferencias:
La Iglesia Católica Romana, afirma que fuera de ella, no hay salvación, al margen de lo que dicen las escrituras, que es solo por fe a través de Jesucristo. Entiéndase por escritura “La Biblia” que comprende Antiguo y Nuevo Testamentos, con la diferencia de la adición o exclusión de algunos libros entre los que manejan los católicos, ortodoxos y los protestantes (Cristianos después de la Reforma).
Los Romanos, ortodoxos y anglicanos no difieren mucho, salvo en algunos aspectos de su teología, por ejemplo, la procedencia del Espíritu Santo, si es del Padre o del Hijo, o de ambos, en cuanto a la autoridad que las rige, y en cuanto al celibato (la posibilidad o no de que el sacerdote se case).
Las Iglesias Protestantes (Llamadas así por el Papado Romano después de la rebelión de Martín Lutero y otros reformistas) sintonizan sus doctrinas muy acorde a los preceptos bíblicos, y aunque muchas de ellas se han mantenido fieles a la Palabra de Dios en el tiempo, de una forma u otra, otras tantas han devenido en posturas doctrinales más bien personales que han influido para bien o para mal en la vasta comunidad que se dice ser cristiana en el día de hoy."
Estas iglesias varían sus doctrinas, por ejemplo, en cuanto a que no todas aceptan la cualidad plural y trinitaria de Dios, algunas no aceptan al Espíritu Santo como una de las personas de Dios y otras, mal llamadas iglesias cristianas, no aceptan siquiera la Deidad de Jesucristo, siendo todas estas condiciones en una, “La Verdad”. Sin nombrar a los que añaden escritura extra bíblica validada como profética o pertinente para ser salvos. ¡Qué cosas!
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“Es mejor cojear por el camino que avanzar a grandes pasos fuera de él. Pues quien cojea en el camino, aunque avance poco, se acerca a la meta, mientras que quien va fuera de él, cuanto más corre, más se aleja. ” (San Agustín)

¿Por qué Dios en forma imperativa, advierte que debe “mirarse” el camino que se transita? Lo que quizá espera es que se puedan entender las diferencias entre algunas creencias y realidades con respecto al cristianismo bíblico; O desterrar las circunstancias distractoras del buen camino y asumir responsabilidad ante él por lo que cada quien cree o deja de creer. La Escritura dice: “Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo.” (2Juan 1:9 RV).

Se observa el camino cuando se actúa en amor y obediencia a Dios. (1Pedro 3:15 RV) Está de más decir que esto no es un consejo que nos ofrece la Escritura, pues no hay otra opción sino “obedecer”; cuando se profundiza en el conocimiento de Dios, pues él mismo ve con preocupación la falta de conocimiento: “Por tanto, mi pueblo fue llevado cautivo, porque no tuvo conocimiento; y su gloria pereció de hambre, y su multitud se secó de sed.” (Is 5:13 RV).

Ahora, aunque el ánimo no es el de contender por la Escritura y por la búsqueda de la verdad de Dios, inexorablemente este ha sido desde el principio un lugar común, sin embargo, lo que no está bien es contender por causa de las opiniones del hombre, sino por causa de la defensa de la fe y de la forma en que Dios se ha manifestado a la humanidad para ser entendido y por consiguiente aceptado y adorado, 1Pedro 3:15 “sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros”

Hay un dicho que reza “Todos los caminos conducen a Roma” Y eso es afirmativo, al menos lo fue durante la época del imperio romano. Roma construyó un intrincado sistema de comunicaciones terrestres, el cual constaba de cerca de 400 vías, con más de 70.000 kilómetros de longitud, unían la capital del imperio con las zonas más lejanas hacia el África Oriental y el Golfo Pérsico. Esta red de caminos obedecía al sostenimiento del poder en los territorios conquistados.

¿Puede imaginarse el costo no solo en tiempo, sino en riquezas y hasta en vidas humanas cuando ocurría una equivocación de la ruta y después de andar muy lejos tocaba devolverse para corregir el rumbo al buen camino?

La analogía con los caminos de Roma es porque en la actualidad existen innumerables creencias dentro y fuera del cristianismo que dicen ser “el camino” para llegar a Dios (o para llegar a ser dios), tenemos por ejemplo a dos grandes religiones monoteístas como el Judaísmo y el Islam cuya fe se desprende del patriarca Abraham, aunque por diferentes vías o causas; o tal como pasa con el Hinduismo que se ha llegado a afirmar (o exagerar) que son 33 millones de dioses para una población de más de 1000 millones de habitantes, sólo en India. Aún dentro del cristianismo, luego de las primeras divisiones entre la Iglesia Ortodoxa, el Catolicismo Romano y las varias denominaciones formadas durante o después de la Reforma Protestante, se llega a calcular que existen alrededor de más de 33 mil denominaciones, sectas y grupos cristianos. Hay divisiones en grupos occidentales, grupos orientales, hay hasta cristianismo esotérico y otros tantos no categorizados aún.

¿Entonces, cuál es el camino que debo mirar? ¿Cuál será el buen camino?

Hay que observar acuciosamente en quien está “la verdad y el camino”, esto lo trató Dios con Abraham, después con Moisés, luego con Josué (Josué 1:6), a la muerte del segundo, cuando le dijo que pasara el rio Jordán, él y todo el pueblo de Israel para alcanzar la tierra prometida, ello, con la bendición de su presencia infaltable, amparo y fortaleza y tan solo un mandato para ser cumplida tal promesa: (Josué 1:7-9) “Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas. Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien. Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas”.

Dios en el Nuevo Testamento retoma la promesa del camino, (si tan solo se mira) y la pone en palabras de Jesús: dijo, "Yo soy el camino, la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por Mí.” Juan 14:6. Quizás es esta la afirmación más determinante hecha por alguien en todos los tiempos.  Jesucristo no es alguno de los infinitos caminos a Dios, Él es el único camino.

Jesús hizo esa afirmación extraordinaria acompañándola con obras extraordinarias, de allí que “el camino” (Él), se traduce en la libertad como regalo de amor de parte de Dios para sus hijos. Dios encarnó, vivió, padeció, murió y resucitó (Jn 1:14) para darle al hombre esa libertad, lo cual es un acto inigualable que no hizo, ni hará otro profeta, maestro, ni dios terrenal alguno.
Se debe tener conciencia de esta libertad, la cual es una mezcla de amor y de temor, necesaria para caminar hacia él a través de aciertos, errores e injusticias; para comprobar mediante su buen uso, si la religión, la creencia, la práctica espiritual, la denominación, la secta o grupo en el cual se está participando, permite adorar a Dios, vivir piadosamente y en armonía con la fe y La Palabra, sin colocar trabas ni añadir elementos o condicionamientos humanos que coarten esta libertad tan costosamente ganada con el sacrificio de Jesús en la cruz, a Él mirad…

No es ocasión de perderse en la gran oferta religiosa, sino solamente que el estilo de vida del cristiano, dé testimonio de Jesús.
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Paraos en los Caminos (Jeremías 6:16a)

Es innegable que en el tiempo presente se vive aceleradamente; Tal vez por la sensación generalizada de que el día dura menos, y esta sensación de aceleración pudiera deberse (según estudios científicos de La NASA) a los efectos de las fuertes actividades sísmicas de la última década, principalmente por el terremoto ocurrido en Japón (2011), el cual alcanzo los 9.0 grados en la escala de Richter y movió la Isla Japonesa en aproximadamente 2,4 metros, alterando el eje de la tierra en aproximadamente 10 centímetros y acortando la duración de los días en 1,8 microsegundos; esto pasó sin que alguien se diera cuenta siquiera. (El Señor dijo que los tiempos serían acortados por causa de los escogidos).

También es cierto, que en la cotidianidad, en los problemas personales, familiares, políticos, sociales, ambientales, existenciales, o en la insaciable búsqueda del bienestar y de desarrollo humano, el creyente no siempre se detiene a mirar primero a Dios y menos a vivir según su norma y propósito, mucho le cuesta alcanzar el descanso para el alma porque no antepone la búsqueda del maná en su Palabra, la constante oración, el ayunar, el obedecer y por último, y no por ello menos importante, el congregarse.
La excusa más extendida es la falta de tiempo.

Suele escucharse argumentar:
- ¿Y qué tal si justo tenemos el tiempo contado para ir al trabajo, atender los quehaceres del hogar, al esposo, a la esposa, a los hijos, etc., y de por sí, ya nos levantamos de la cama en la madrugada y apenas podemos bostezarle a Dios una oración que se torna una plegaria apurada para salir al trabajo o para ocuparnos?
- ¿Cómo podemos llevar una vida devocional que agrade al Señor en todo momento?
-  ¿cómo tenemos descanso en el alma si cumpliendo una rutina de 24 horas necesitamos 48 para ver si terminamos? Sin contar los compromisos con la iglesia, la célula, el ministerio cristiano, etc.

Pues ¿si se parte del reconocimiento que existen limitaciones en la comunión diaria con El Señor? Es cuando Él responde y dice: párate, detente, respira y exhala, descansa un momento… No dice otra cosa que no sea PARAOS EN LOS CAMINOS…


“El hombre no existe para correr tras el tiempo, sino para que su tiempo corra en intimidad con Dios”.
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¿Dónde están las palabras que iluminan el camino? Henri Barbusse

Es un hecho al menos en la casi generalidad de los latinoamericanos, que cuando se compra u obtiene algún tipo de artículo moderno, un artefacto, una maquinaria, vehículo o implemento, (el cual obviamente viene de fábrica con un manual de instrucciones), primero se le da uso y abuso y sólo cuando se daña o se complica, es cuando se va a las instrucciones a ver que pudo haberle ocurrido, si el daño tiene reparación y hasta a veces, solo para ver si podría ahorrarse el reparador o el mecánico.

El que está comprometido con buscar el camino no debería preguntar a cualquiera, ni mucho menos ir a tientas, pues de esa forma no sabrá a dónde irá a parar, o peor aún, podría extraviarse definitivamente.
El Señor dejó un rumbo a seguir, lógicamente como el Creador perfecto que es, dio el manual de instrucciones, el liderazgo de los Patriarcas, Profetas, Reyes y Sacerdotes, exaltó los momentos exitosos de su pueblo y también señalo a los hacedores de los malos ejemplos y las consecuencias de sus desvíos, se dio a sí mismo para liberar al hombre hacia la eternidad con él, por medio del sacrificio de Jesús en la cruz. Es por ello, que mediante el estudio de las escrituras, se llega a conocer la historia de los actores de “La Biblia”. Desde Adán y Eva hasta Malaquías, desde Juan Bautista hasta Juan Apóstol, de los héroes de la fe, de los bienaventurados, de los del camino, de sus hechos, de sus aciertos y de sus desaciertos. Pero, principalmente se llega a conocer al protagonista de la historia,  al autor de la obra y su fuente inagotable de sabiduría, enseñanzas y experiencias para trazar el camino, un solo camino… JESÚCRISTO ES EL CAMINO.

Dios establece ese camino a través de su hijo Jesucristo. (Juan 14:1-7) »No se angustien. Confíen en Dios, y confíen también en mí. En el hogar de mi Padre hay muchas viviendas; si no fuera así, ya se lo habría dicho a ustedes. Voy a prepararles un lugar. Y si me voy y se lo preparo, vendré para llevármelos conmigo. Así ustedes estarán donde yo esté. Ustedes ya conocen el camino para ir adonde yo voy. Dijo entonces Tomás: —Señor, no sabemos a dónde vas, así que ¿cómo podemos conocer el camino? —Yo soy el camino, la verdad y la vida —le contestó Jesús—. Nadie llega al Padre sino por mí. Si ustedes realmente me conocieran, conocerían también a mi Padre. Y ya desde este momento lo conocen y lo han visto…

Cuando se siente el llamado a volver al rumbo, al camino, a la senda, es porque con toda seguridad se entra en conciencia que algo está pasando, y ese llamado o campanazo es el buen indicio, el punto de inflexión para comenzar a corregir el norte.

Este llamado tiene vigencia en todo momento, puesto que Jeremías en su tiempo histórico invocó la liberación de los esclavos como muestra de conversión, y hoy pareciera decir que hay que liberarse de todo aquello que esclaviza, solo Dios y el creyente lo saben… Por todo esto, te invito a buscar “El Camino”, con fe absoluta en Dios, no busques fórmulas, métodos o estrategias, busca dentro de ti con sinceridad y sabiendo que tienes mucho por cambiar y corregir, cosas de las cuales debes arrepentirte.
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Corazón, es un término que se usa figuradamente en la Biblia para designar el centro, la totalidad o la esencia de todas las cosas o actividades. En particular se refiere al núcleo de la personalidad del hombre. Mediante una fácil transición esta palabra vino a significar toda la actividad mental y moral, incluyendo tanto sus elementos racionales como emocionales, es decir, se usa el corazón de manera figurada para denotar las corrientes escondidas de la vida personal.

La Palabra de Dios declara que la depravación humana se encuentra en el “corazón”, debido a que el pecado es un principio que halla su asiento en el centro de la vida interna del hombre, contaminando por ello todo el círculo de sus acciones (Mateo 15:19,20). El corazón, al estar tan en el interior, contiene al «hombre interno» (1 Pedro 4); esto es, al hombre real.

Tenemos que dejar muy claro algo, nadie ha sido constituido como juez para poder condenar a alguien. Definitivamente el único Juez Justo se llama Jesucristo, pero no podemos negar que una persona con un corazón limpio es quien exteriormente da testimonio de lo que Jesús ha hecho en su vida.


Es momento de volver a aquel que trasforma vidas, aquel que hace de tu corazón un corazón sencillo y sensible. Es momento de perdonar y perdonarte. Es momento que allí en donde estés leyendo esto rindas tu corazón herido o maltratado, es momento que hables con el único que te comprende, con el único que te ama con amor eterno, con el único que se preocupa por ti, aquel que permitió que este día llegara esta palabra a tu vida, aquel que en este momento está hablándote porque te ama, porque eres importante para él, porque anhela estar contigo en intimidad…
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Lo que hace el cristiano comprometido con Jesucristo y con su prójimo:

1 OBEDECE. Por amor a él. La obediencia a Dios, es la decisión y la actitud correcta.

2 LEE LA BIBLIA. Conoce a Dios integralmente y ello le ayuda a tomar decisiones correctas porque estas se basan en mandamientos, principios y ejemplos bíblicos.

3 ORA. La intimidad con Dios le proporciona beneficios, sabiduría y bendiciones.

4 AYUNA. No solo deja la ingesta de alimentos, sino que separa un tiempo del mundo para demostrar a Dios que toma en serio su relación con Él y además para obtener una nueva perspectiva y una renovada confianza.

5 SE CONGREGA para mantenerse al abrigo de la presencia de Dios en la congregación y del calor del amor de los hermanos, perseverando en la doctrina, para adorar y aprender de la Palabra de Dios. Además de ser ejemplo y testimonio para otros.

6 AMA a su prójimo como a sí mismo, se involucra, se coloca en su lugar y se dispone a ayudar.

7 PREDICA que Dios en su gracia y su amor quiere favorecer y dar a la humanidad su salvación bendita. No hay otro Evangelio.

8 ENSEÑA a los creyentes, sobre el Evangelio de la Salvación en su extensión y profundidad.

9 DEFIENDE LA FE. Jesús es la representación y significación de las sendas antiguas, el buen camino.


10 CONFIRMA EL EVANGELIO. Se esfuerza en hacer un mayor énfasis en ser cristiano de demostración y no profeta de comunicación únicamente.
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Preguntad por las sendas antiguas, cual sea el buen camino…Jeremías 6:16c

¿A cuáles sendas antiguas se refiere Dios, por qué y para qué?, ¿Dónde encontrarlas?
Se tiende a pensar que las sendas antiguas se encuentran sólo en el Antiguo Testamento, quizá por lo de “antiguo”, pero este Canon se hace incompleto cuando no se estudia paralela y complementariamente con el Nuevo Testamento, esto con el fin de encontrar las respuestas, o mejor dicho, la explicación perfecta de su revelación y la justificación de todo lo que el primero contiene.

Imagine a un interesado lector que sólo posee el Antiguo Testamento (esto es, carece del Nuevo Testamento) que abre el libro del Génesis y leyendo versículo por versículo se encuentra en el Capítulo 3 con que Dios “promete algo” que ha de venir. Continúa leyendo y encuentra una repetición ampliada de ello en los Capítulos 7 – 17 – 22 y 49. Sigue leyendo y encuentra la misma “promesa” en cada libro; al fin lee en Isaías y más adelante ve que aparece en gran cantidad de profecías. Pero, aún llega al final de Malaquías y “la promesa” no se ha realizado todavía. Este lector se ha dado cuenta clara que el Antiguo Testamento es un libro de profecías no cumplidas aún.

Luego, leyendo otra vez desde el principio, se da cuenta de algo raro en Génesis 4: “sacrificio”, ¿qué es lo que puede significar la ofrenda de la vida de un animal? Se percata de esto nuevamente en los Capítulos 9 - 12 y 22; Todavía está más claro en el Éxodo, hasta que en Levítico hay toda una organización para los sacrificios, ofrendas, ritos y ceremonias. Los ve mencionados una  y otra vez, con muy pocas explicaciones respecto a su significado real, hasta que una vez más, llega a Malaquías 4, sin tener luz acerca de lo que está leyendo. Ahora se da cuenta que el Antiguo Testamento es también un libro de ceremonias no explicadas.

De nuevo el interesado lector vuelve al Génesis y no tarda mucho en ver que hay otro gran hecho: la expresión del “deseo por Dios” que tiene el hombre, donde también se expresa una necesidad de satisfacción. Lee esto en los Capítulos 4 -5 - 15 -  28 y 49, y luego en el resto de los libros, pero sobre todo, en Job, Salmos y los profetas. De vez en cuando el corazón del hombre clama al Dios vivo, y pide bendiciones que Dios ha prometido. Pero, aunque hay algo de satisfacción, no es tan grande, no es perfecta; el corazón sigue anhelando y el alma sigue deseando, hasta que cierra la lectura en Malaquías 4, sin que haya habido una realización completa, y este lector, cada vez más interesado se da cuenta de que hay otro hecho, y es que el Antiguo Testamento es un libro de anhelos insatisfechos.

Estos son los tres hilos que corren a lo largo del Antiguo Testamento, haciendo de él, en sí, un libro incompleto, como se afirmó al comienzo. Debe ser estudiado desde este punto de vista y con esta perspectiva, si se ha de entender de modo apropiado. Sólo así puede apreciarse que es el fundamento del Nuevo Testamento y la preparación necesaria para todo lo que hay en este último Canon.

Imagine al mismo interesado lector quien ahora recibe el Nuevo Testamento. Cuando empieza a leerlo no tardará en encontrar la respuesta a las mismas cosas que no había podido encontrar en el Antiguo. De inmediato se leerá en Mateo 4:14 “Para que se cumpliese…”, y pronto se da cuenta que:
Jesús El Profeta cumple (en su vida) las profecías.
Jesús El Sacerdote explica (en su muerte) las ceremonias.
Jesús El Rey satisface (en su resurrección) los anhelos del hombre.

"Jesús profeta, sacerdote y rey” es pues, la clave del misterio, la explicación del Antiguo Testamento y la manifestación del Nuevo y por ende, a criterio de este autor: JESÚS es la representación y la significación de las sendas antiguas, el buen camino.
Sin duda alguna, leer la Biblia puede ser una tarea intimidante por su extenso contenido o complejidad. No obstante, en el cristiano, esta práctica es el diario vivir. Consideremos estos pasos para facilitar su lectura, eso sí, siempre a partir de hacer una oración a Dios buscando su dirección.

1. Escoger una buena versión

Hoy existen  muchas versiones de la Biblia gracias a organizaciones que se han dedicado a publicar y a republicar Las Escrituras. Es importante escoger una versión que pueda entender bien y que ayude a darle sentido de lo que lee.

2. Familiarizarse con el texto

La Biblia es una colección de libros y cada uno de estos libros tiene un propósito. Algunos son libros de historia otros, como los Salmos, son oraciones y alabanzas. Otros dan testimonios de Jesús y sus enseñanzas. A través de estos libros Dios nos habla de distintas formas.
Antes de empezar la lectura Bíblica toma uno o dos minutos para relacionarte un poco con el pasaje que vas a leer. Hazte preguntas como: ¿Quién escribió este libro? ¿A quién está dirigido este pasaje?

3. Leer el texto cuidadosamente

Concéntrese en leer el texto completo la primera vez. Es recomendado que se vuelva a leer el texto más despacio, tomando notas preferiblemente. Lo importante es que se tome tiempo para la lectura, dedicando un tiempo sin interrupciones y distracciones.

4. Reflexione en lo que ha leído

Después de leer el pasaje pregúntese: ¿Cuál fue el mensaje principal de este pasaje? ¿Por qué quiso Dios que se escribiera esto? ¿Qué me quiere decir Dios a mí con este pasaje? ¿Cómo puedo adaptar esto a mi vida?

5. Ore y aplique lo que acaba de aprender


Al final de su lectura ore nuevamente a Dios, procurando aplicar las enseñanzas que acaba de leer. Si hay algo que todavía no entiende o le causa confusión, pídale sabiduría y entendimiento a Dios. Continúe leyendo el pasaje, meditando en ello durante la semana y si puede, converse con un amigo, Pastor, Consejero o Educador Cristiano.
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