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domingo, febrero 23, 2014

Ver para crecer

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“Es mejor cojear por el camino que avanzar a grandes pasos fuera de él. Pues quien cojea en el camino, aunque avance poco, se acerca a la meta, mientras que quien va fuera de él, cuanto más corre, más se aleja. ” (San Agustín)

¿Por qué Dios en forma imperativa, advierte que debe “mirarse” el camino que se transita? Lo que quizá espera es que se puedan entender las diferencias entre algunas creencias y realidades con respecto al cristianismo bíblico; O desterrar las circunstancias distractoras del buen camino y asumir responsabilidad ante él por lo que cada quien cree o deja de creer. La Escritura dice: “Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo.” (2Juan 1:9 RV).

Se observa el camino cuando se actúa en amor y obediencia a Dios. (1Pedro 3:15 RV) Está de más decir que esto no es un consejo que nos ofrece la Escritura, pues no hay otra opción sino “obedecer”; cuando se profundiza en el conocimiento de Dios, pues él mismo ve con preocupación la falta de conocimiento: “Por tanto, mi pueblo fue llevado cautivo, porque no tuvo conocimiento; y su gloria pereció de hambre, y su multitud se secó de sed.” (Is 5:13 RV).

Ahora, aunque el ánimo no es el de contender por la Escritura y por la búsqueda de la verdad de Dios, inexorablemente este ha sido desde el principio un lugar común, sin embargo, lo que no está bien es contender por causa de las opiniones del hombre, sino por causa de la defensa de la fe y de la forma en que Dios se ha manifestado a la humanidad para ser entendido y por consiguiente aceptado y adorado, 1Pedro 3:15 “sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros”

Hay un dicho que reza “Todos los caminos conducen a Roma” Y eso es afirmativo, al menos lo fue durante la época del imperio romano. Roma construyó un intrincado sistema de comunicaciones terrestres, el cual constaba de cerca de 400 vías, con más de 70.000 kilómetros de longitud, unían la capital del imperio con las zonas más lejanas hacia el África Oriental y el Golfo Pérsico. Esta red de caminos obedecía al sostenimiento del poder en los territorios conquistados.

¿Puede imaginarse el costo no solo en tiempo, sino en riquezas y hasta en vidas humanas cuando ocurría una equivocación de la ruta y después de andar muy lejos tocaba devolverse para corregir el rumbo al buen camino?

La analogía con los caminos de Roma es porque en la actualidad existen innumerables creencias dentro y fuera del cristianismo que dicen ser “el camino” para llegar a Dios (o para llegar a ser dios), tenemos por ejemplo a dos grandes religiones monoteístas como el Judaísmo y el Islam cuya fe se desprende del patriarca Abraham, aunque por diferentes vías o causas; o tal como pasa con el Hinduismo que se ha llegado a afirmar (o exagerar) que son 33 millones de dioses para una población de más de 1000 millones de habitantes, sólo en India. Aún dentro del cristianismo, luego de las primeras divisiones entre la Iglesia Ortodoxa, el Catolicismo Romano y las varias denominaciones formadas durante o después de la Reforma Protestante, se llega a calcular que existen alrededor de más de 33 mil denominaciones, sectas y grupos cristianos. Hay divisiones en grupos occidentales, grupos orientales, hay hasta cristianismo esotérico y otros tantos no categorizados aún.

¿Entonces, cuál es el camino que debo mirar? ¿Cuál será el buen camino?

Hay que observar acuciosamente en quien está “la verdad y el camino”, esto lo trató Dios con Abraham, después con Moisés, luego con Josué (Josué 1:6), a la muerte del segundo, cuando le dijo que pasara el rio Jordán, él y todo el pueblo de Israel para alcanzar la tierra prometida, ello, con la bendición de su presencia infaltable, amparo y fortaleza y tan solo un mandato para ser cumplida tal promesa: (Josué 1:7-9) “Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas. Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien. Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas”.

Dios en el Nuevo Testamento retoma la promesa del camino, (si tan solo se mira) y la pone en palabras de Jesús: dijo, "Yo soy el camino, la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por Mí.” Juan 14:6. Quizás es esta la afirmación más determinante hecha por alguien en todos los tiempos.  Jesucristo no es alguno de los infinitos caminos a Dios, Él es el único camino.

Jesús hizo esa afirmación extraordinaria acompañándola con obras extraordinarias, de allí que “el camino” (Él), se traduce en la libertad como regalo de amor de parte de Dios para sus hijos. Dios encarnó, vivió, padeció, murió y resucitó (Jn 1:14) para darle al hombre esa libertad, lo cual es un acto inigualable que no hizo, ni hará otro profeta, maestro, ni dios terrenal alguno.
Se debe tener conciencia de esta libertad, la cual es una mezcla de amor y de temor, necesaria para caminar hacia él a través de aciertos, errores e injusticias; para comprobar mediante su buen uso, si la religión, la creencia, la práctica espiritual, la denominación, la secta o grupo en el cual se está participando, permite adorar a Dios, vivir piadosamente y en armonía con la fe y La Palabra, sin colocar trabas ni añadir elementos o condicionamientos humanos que coarten esta libertad tan costosamente ganada con el sacrificio de Jesús en la cruz, a Él mirad…

No es ocasión de perderse en la gran oferta religiosa, sino solamente que el estilo de vida del cristiano, dé testimonio de Jesús.

Unknown


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