"La belleza del rostro es frágil, una flor pasajera: la belleza del alma es firme y segura." Molière.
¿Qué es la belleza interior para ti?
¿Es habilidad de escuchar sin interrupción? ¿Salir a la acción cuando se necesita ayuda? ¿El deseo de relacionarse sin juzgar o bromear para lograr una sonrisa en el momento adecuado?
Mientras que la belleza humana física está más definida por características como la simetría, una complexión suave y proporciones adecuadas, la belleza interior es más difícil de destacar, pues para ello debemos demostrar cualidades espirituales tales como el amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio propio (Gálatas 5:22,23), esa belleza que nos hace sentirnos bien con nosotros mismos y con las personas que nos rodean. Todos la tenemos a la mano, pero muy pocos lo toman en cuenta como el pilar más importante para mejorar nuestra imagen.
La belleza emana de Dios y de su Gloria, pues esa Gloria de Dios es la belleza de su Espíritu. No es una belleza estética o material, sino una belleza que emana de su carácter, de todo lo que Él es. La gloria del hombre es la belleza del espíritu del hombre, la cual es falible y eventualmente pasajera, pero la gloria de Dios, la cual es manifiesta en el conjunto de todos Sus atributos, jamás se desvanece. Es Eterna.
Isaías 43:7 dice que Dios nos creó para su gloria. En contexto con otros versos, puede decirse que el hombre “glorifica” a Dios porque a través del hombre, la gloria de Dios puede ser vista en cosas tales como el amor, la música, el heroísmo, etc. – cosas pertenecientes a Dios que nosotros llevamos en “vasos de barro” (2 Corintios 4:7). Somos los vasos que “contienen” su gloria.