Mientras que la belleza física está caracterizada por la simetría, complexión suave o proporciones adecuadas, la belleza interior se manifiesta por la demostración de cualidades o frutos espirituales como el amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio propio (Gálatas 5:22,23). Estos no provienen del deseo o propósito humano, sino del Espíritu Santo de Dios. La belleza interior, además de hacernos sentir bien con nosotros mismos y con las personas que nos rodean es la que debe tomarse en cuenta como el pilar más importante de nuestro carácter, es nuestra imagen.
Glorificamos a Dios con nuestra espiritualidad, pues esa gloria se ve en actos como el amor, el heroísmo, la música, el arte, etc., son las cosas de Dios que llevamos en vasos de barro (2 Corintios 4:7), somos los vasos que contenemos su gloria, de donde emana la belleza de su Espíritu, su carácter, todo lo que él es y representa.
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